Los hijos de nuestro Padre
Ed Miskovic, escritor voluntario, Huntley | 24 de diciembre de 2024

“Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.”
Mateo 5:48
Me pregunto qué pensaba María de Jesús mientras viajaba a Belén antes de su nacimiento. ¿Se preguntaba qué rasgos podría compartir con su hijo, el Hijo de Dios? Al fin y al cabo, los hijos suelen compartir muchas de las características de sus padres.
En Lucas 1, un ángel se le aparece a María y le anuncia que quedará embarazada y dará a luz un hijo que ocupará el trono del rey David para siempre. María se mantiene serena ante la presión: «¿Cómo será esto? —preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen» (Lucas 1:34).
De igual manera, Jesús, al ser arrestado antes de ser crucificado, pregunta: «¿Acaso soy yo quien encabeza una rebelión, para que vengan con espadas y palos? Todos los días estuve con ustedes en el templo, y no me pusieron la mano encima. Pero esta es su hora, cuando reinan las tinieblas» (Lucas 22:52-53). Jesús, al igual que su madre, no se inmuta. Hace una pregunta directa, como María ante un ángel.
En Lucas 2, leemos: «Pero María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (v. 19). Parece tener un carácter reflexivo. Las Escrituras hablan de Jesús alejándose con frecuencia a un lugar solitario. ¿Fue su madre un ejemplo de esto?
Antes de que Jesús dijera en Getsemaní ante los ángeles: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42), María dijo: «Soy la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1:38). Ambos son siervos sacrificados de Dios.
Jesús insta a sus seguidores: «Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48). Perfecto en este sentido significa tener un carácter completo y plenamente maduro. Él dice que, como hijos de Dios, debemos cooperar en nuestra transformación espiritual para ser más como nuestro Padre celestial. Como hijos, a veces mostramos el comportamiento, las emociones y las actitudes de nuestros padres biológicos. Y vemos esto como Cristo mostró algunos de los de María y de su Padre.
Por medio del Espíritu Santo, nos motivamos a ser más como Cristo. Por naturaleza, no podemos ser perfectos como Dios lo es, pero sí podemos desear ser más amorosos, más atentos, más reflexivos y más dispuestos a ser siervos sacrificados.
Próximos pasos
Elige uno de los Evangelios y busca ejemplos de Jesús mostrando las mismas características de su madre: preguntas directas bajo presión, reflexivo y sumiso a la voluntad de Dios. Haz lo mismo con cómo modeló el carácter de Dios. Anímate, tenemos la capacidad de hacer lo mismo por el poder del Espíritu Santo.