Encomienda al Señor todas tus obras,
y él establecerá tus planes.
Proverbios 16:3

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El versículo que precede a la Escritura de hoy habla de la pureza de las motivaciones de una persona. Dice: «Todos los caminos del hombre le parecen puros, pero el Señor pesa sus intenciones». El versículo que sigue se refiere al día de desastre que aguarda a los malvados: «El Señor dispone todo para su fin, incluso a los malvados para un día de desastre».

Este contexto ayuda a enfatizar por qué debemos encomendar nuestros planes al Señor. Tenemos muchos planes y metas para nuestro futuro, hijos, educación, hogar, etc. Estos son planes buenos, productivos, honorables, necesarios e importantes. Debemos encomendar al Señor todo lo que hagamos, y Él establecerá nuestros planes. Establecer significa consolidar, asegurar, "hacer realidad sobre una base firme o estable". Mi manera de vivir esto es evaluar la pureza de mis motivos y luego presentar el plan al Señor, sabiendo que Él los consolidará. Al mismo tiempo, tengo cuidado de no ser egoísta (malvado), porque Él podría permitir que esos planes también funcionen, lo que llevaría a su consecuencia natural: el desastre.

Una de las maneras en que aplico este principio en mi vida es al contemplar grandes compras. Hago una pausa. Me alejo. Me ubico en un estado mental donde puedo responder honestamente: "¿Lo quiero o lo necesito?". Con frecuencia, lo identifico como un "deseo". Luego, me pongo en una mentalidad donde puedo decirle a Dios con sinceridad: "Podría tomarlo o dejarlo y estar contenta de cualquier manera". He orado así en mi corazón, a solas y en voz alta con mi esposo o mis hijos. Puedo decirles sinceramente que he recibido señales de alerta cuando sentí que Dios estaba otorgando buenos regalos a su hija y señales de alerta cuando me alejé sin mirar atrás. Sin duda, yo también me he equivocado. En esas ocasiones, miro hacia atrás y recuerdo los pensamientos que probablemente provenían de Dios y que descarté.

Estoy aprendiendo diariamente cómo alinear mis deseos, metas y planes con el corazón de Dios y consultarlo. Lo más importante, a aquietar mi alma y escuchar la respuesta.

Próximos pasos

Reflexiona sobre cómo disciernes la voluntad de Dios para tus planes. ¿En qué aspectos necesitas rendirte? 

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