Mirar y ver

Ed Miskovic, escritor voluntario, Huntley | 21 de agosto de 2023

Cuando volvió en sí, dijo: «¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre!» (
Lucas 15:17)

Pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
2 Corintios 12:9-10


"Si no se portan bien, los mandarán a... la iglesia ", amenazaba a mis preadolescentes, quienes nunca habían estado en una. En ese entonces, no soportaba ni siquiera estar en una iglesia. Dejé de asistir después de la universidad. Palabras como santuario, tabernáculo y sacramento me irritaban no por razones doctrinales, sino por los efectos de una confusión arraigada en mí. Así que criaría a nuestros hijos a mi manera, fuera de la influencia de la iglesia.

Como el hijo pródigo, recobré la cordura al reconocer que Dios me buscaba. Una tarde, mi orgullo se desvaneció. Por la gracia de Dios, a mediados de mis treinta, reconocí que Dios me buscaba tras bambalinas. Sucesos clave en mi vida parecían orquestados: conocer a mi esposa en una cafetería presbiteriana de Chicago, escuchar una radionovela cristiana sobre una persona que no soportaba estar en una iglesia y leer un libro de autoayuda sobre pensamiento positivo que recomendaba versículos bíblicos para memorizar. En retrospectiva, vi la mano de Dios.

De este libro, memoricé una docena de versículos de las Escrituras. Me motivaron a seguir adelante. Las palabras de Pablo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13), de una manera extraña, me mantuvieron decidido a vender seguros de vida. La promesa de Jesús: «La paz les dejo, mi paz les doy», me consoló y me relajó en momentos de estrés cuando perdí una venta que habría pagado nuestra hipoteca. Un día me pregunté: «¿De quién son las palabras que me ayudan?». La respuesta a la pregunta me llevó a un momento de rendición. Fue mi momento de hijo pródigo. Fue entonces cuando me entregué a nuestro Padre celestial.

En 2 Corintios 12:9, Pablo nos recuerda que Jesús le dijo: «Te basta mi gracia». Esto aplica tanto a mí como a otros que conozco. Jesús continúa diciendo: «Mi poder se perfecciona en la debilidad». Esto me hace sonreír, pues reconozco lo débil que me vuelvo con la edad (al llegar a los 75 años), y aun así, Cristo todavía me usa, especialmente cuando me someto a la inspiración del Espíritu Santo.

No importa en qué etapa de la vida estemos, Dios nos espera. No importa cuán débiles seamos, si nos entregamos a Él, su poder, su paz y más nos acompañan. Cuando tenemos momentos de claridad, como los del hijo pródigo, podemos clamar y buscar la ayuda de Dios. Espera. Mira lo que Él hará.

Próximos pasos 

En Apocalipsis 3:20, aprendemos que Jesús llama a nuestra puerta. ¿Lo oyes? Responde en oración y persevera cediendo en pensamiento, palabra y obra.