Muchas veces en la Biblia, Jesús compartió comidas y convivió con otros. Algo poderoso ocurre cuando nos sentamos a la mesa con alguien y compartimos alimento.
No queremos ir a la iglesia; queremos ser la iglesia donde vivimos, trabajamos y nos divertimos. Como seguidores de Cristo, esforcémonos por vivir en misión, buscando maneras de bendecir a quienes nos rodean. Creamos firmemente que podemos cambiar el mundo amando a nuestro prójimo y sigamos desafiándonos preguntándonos: "¿A quién sirvo, con quién comparto una comida y con quién comparto a Jesús?". Seamos una iglesia que sea una BENDICIÓN para nuestras comunidades.