Lamento que te sientas así…

Mary Olsen, escritora voluntaria, South Barrington | 17 de noviembre de 2025

Porque si perdonáis a otros sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a otros sus ofensas, vuestro Padre no os perdonará las vuestras.
Mateo 6:14-15


Me cuesta perdonar a quienes no se arrepienten. Incluso si, por pura casualidad, usan la palabra "lo siento", esa frase en sí no implica ninguna responsabilidad. "Lamento que estés molesto/a". Quien pronuncia esas palabras no se arrepiente de nada de lo que ha hecho, pero aun así desea que no estés frustrado/a con él/ella personalmente. A veces ni siquiera tenemos la oportunidad de ser mejores personas y perdonarlos verbalmente, porque están tan seguros de no haber hecho nada malo que una simple disculpa daría pie a una nueva discusión.

Esto me recuerda a mi vecino y la típica disputa que tenemos por la cerca que divide nuestras propiedades. Su cerca de madera sin tratar ya no solo era antiestética, sino peligrosa, podrida y desmoronándose. Pensé que debería pagar una nueva, como me dijo hace años. Claro que no recuerda haber dicho eso, y su perro murió, así que ya no le importa la cerca. Y así, comienza la batalla en mi cabeza. Acepté pagarle una nueva, pero sigo molesto con él. Tengo conversaciones imaginarias con él (espero no ser el único que lo hace) donde salgo victorioso con comentarios ingeniosos y mordaces. En realidad, casi nunca veo, y mucho menos hablo con, este vecino, así que puedo simplemente ignorar mi enojo. El Espíritu Santo me susurra al oído: «Estos pensamientos de venganza solo te pesan. Para tener paz, tienes que perdonarlo de corazón». 

Ese es el empujón que necesito para ponerme a trabajar mentalmente. Cada vez que pienso en la situación y en el vecino, analizo conscientemente mis pensamientos y se los entrego a Dios en oración. Pido equilibrio y sabiduría. Recuerdo a Jesús. Inhalo gracia y exhalo amargura.

Finalmente, la situación se calmó en mi interior y dejé ir mi frustración. Minutos después, abrí mi correo electrónico y vi que la siguiente reflexión era sobre el perdón. Me imagino a Dios guiñándome un ojo con una sonrisa cómplice. Sin duda, tenemos nuestras bromas privadas, que suelen tratar sobre mi tendencia a preocuparme por tonterías.

Próximos pasos

¿Hay alguien en tu vida que te miraría con confusión si le dijeras: «Te perdono»? ¿Has guardado en tu corazón ese sentimiento de ofensa durante tanto tiempo que se ha descontrolado? Habla con esa persona con madurez o déjala ir de verdad. Muchos de nuestros problemas relacionales empiezan en nuestra mente. Invita al Espíritu Santo a participar en ese diálogo interno.