La rendición que lo cambió todo

Kristyn Berry, redactora voluntaria, Crystal Lake | 31 de julio de 2025

Cuando llevábamos allí varios días, bajó de Judea un profeta llamado Agabo. Acercándose a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él las manos y los pies y dijo: "El Espíritu Santo dice: 'De esta manera los dirigentes judíos de Jerusalén atarán al dueño de este cinturón y lo entregarán a los gentiles'."

Al oír esto, nosotros y la gente de allí suplicamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: "¿Por qué lloráis y me rompéis el corazón? Estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús." Al no dejarse disuadir, se rindió y dijo: "Hágase la voluntad del Señor".
Hechos 21:10-14


Hubo un tiempo en el que vivía con una constante corriente subterránea de ansiedad. Tenía demasiados compromisos y estaba abrumada. Pensaba que estaba haciendo lo correcto, siendo útil y fiel. Pero, en el fondo, me movía el miedo: miedo a decepcionar a la gente, a fallar, a no hacer "lo suficiente" para Dios.

Entonces, un día, llegué a mi límite. Había vuelto a abarcar demasiado y sentía que me ahogaba. Desesperada, recé: "Señor, ¿qué quieres que suelte?". Su respuesta fue sencilla: "Todo lo que no te pedí que cargaras. Controla lo que puedas controlar. Está bien decir 'No'. Está bien tomarse tiempo para descansar. Y está bien programar tiempo para hacer algo que quieras hacer. Y lo más importante, entrégame todas tus preocupaciones a Mí".

Ese momento marcó el inicio de un cambio. Empecé por renunciar a mis preocupaciones, ¡y eran muchas! Fue duro, pero el alivio fue inmediato. Sentí paz donde antes había ansiedad. Y ese acto de rendición abrió la puerta a más cosas. Empecé a preguntarle a Dios: " ¿Qué quieres Tú en este ámbito?Cada rendición traía más paz. Menos ansiedad. Más confianza.

En el pasaje de hoy, el profeta Agabo advierte a Pablo del peligro que le aguarda en Jerusalén. Sus amigos le ruegan que no vaya. Pero Pablo, totalmente rendido, responde: "Estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús". Su entrega es tan profunda, tan arraigada en la confianza, que ni siquiera la amenaza de muerte le disuade. Y cuando sus compañeros ven su determinación, dicen algo contundente: "Hágase la voluntad del Señor".

Ese es el momento que me impactó: la rendición total. Una vez que Pablo hizo las paces con la voluntad de Dios, los demás se dieron cuenta y dejaron de resistirse también. Se rindieron a la voluntad de Dios y encontraron la paz en la obediencia.

Para mí, cuanto más me rendía a la voluntad de Dios en las áreas pequeñas, más podía confiar en Él en las más grandes. No tenía que controlarlo todo; sólo tenía que seguirle. Comprender esto alivió mi ansiedad de una manera que nunca podría haberlo hecho un compromiso excesivo. La paz sigue a donde Dios conduce.

Próximos pasos

¿Llevas cargas que Dios nunca te pidió que llevaras? ¿A qué puedes renunciar hoy? Empieza por ahí. Deja que esa entrega te lleve a otra, y luego a otra. 

Reza el Padre Nuestro:

Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del maligno.
Tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
Amén

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