Esperanza para corazones atados

Dan Lovaglia, pastor del campamento, Camp Paradise | 15 de febrero de 2024

Jesús le respondió: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus posesiones y dalas a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue triste, porque tenía muchas riquezas. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos».
Mateo 19:21-23


Cuando doy clases en la iglesia sobre la generosidad, suelo pedir a la gente que saque la cartera. Algunos lo hacen enseguida; otros dudan. Es una lección práctica sencilla, pero siempre puedo adivinar a quién le preocupa que vaya a aceptar una ofrenda. Nunca lo he hecho. En cambio, simplemente invito a la gente a pasar su cartera o bolso a un desconocido sentado cerca mientras continúo la lección. Pueden imaginarse cómo funciona esto y cómo reaccionarían en la misma situación.

Dios nos da muchos recursos más allá del dinero: tiempo, habilidades, relaciones, dones espirituales, experiencias de vida y más. Pero el dinero nos conmueve como ninguna otra cosa. Si lo tenemos, queremos conservarlo. Si no lo tenemos, buscamos la manera de conseguirlo. En ambos casos, tememos tener muy poco o perder lo que hemos ganado. Nuestras realidades financieras reflejan en gran medida nuestra identidad, prioridades y relación con Dios. En última instancia, el Señor confía en nosotros para que administremos todo lo que Él pone en nuestras manos. Ajustar nuestra forma de ganar, dar, ahorrar y gastar es una manera muy tangible de descubrir dónde se ancla nuestro corazón para que podamos crecer en gratitud y generosidad.

Hoy nos encontramos con la viñeta del joven y Jesús en Mateo 9. Él está verdaderamente encaminado hacia un futuro glorioso, pero este momento revela dónde aún necesita liberarse. Cristo le dice que abra su corazón entregando su billetera. Pero es demasiado difícil, al menos por hoy. A pesar de ser rico en más de un sentido, se aleja con la aleccionadora conciencia de que no puede caminar libremente con Dios y los demás cuando lo que tiene lo frena.

No sabemos qué le sucederá a este joven rico en el futuro. Pero por la gracia de Dios, siempre hay esperanza para los corazones atados. Esta escena nos da a todos una llamada de atención sobre la riqueza. Es difícil para cualquiera con recursos, ya sean muchos o pocos, entrar en el Reino de Dios a menos que primero los dejemos ir. Al comenzar el día de hoy, abramos nuestras billeteras y pidamos al Señor que libere nuestros corazones dándonos la oportunidad de crecer en gratitud y generosidad.

Próximos pasos

  • ¿Cuándo le resulta fácil o difícil ser generoso financieramente y por qué?
  • ¿Cómo afecta tu gratitud hacia Dios tu disposición a ser generoso con cualquier recurso que Él te dé?
  • Pídele a Dios que te ayude a encontrar a alguien necesitado hoy. Deja que te guíe mientras buscas servirle de forma tangible.

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