Relleno

Ed Miskovic, Escritor Voluntario, Huntley | 12 de febrero de 2024

Honra al Señor con tus riquezas, con las primicias de todas tus cosechas; entonces tus graneros se llenarán a rebosar, y tus tinajas rebosarán de vino nuevo.
Proverbios 3:9-10


El viejo rabino era robusto. Sus manos acentuaban su sabiduría. "Verás, Eddie, aunque no seas judío, quédate con estas palabras. La generosidad es buena. El que la recibe es bendecido. El que da es bendecido. Pero cuando das, es mejor si no sabes a quién estás ayudando. Se da sin la expectativa de ser agradecido. Por otro lado, cuando recibes ayuda de alguien, también es mejor no saber quién te está ayudando. Al no saber, no hay ninguna obligación. La motivación del donante no se complica por el orgullo, el reconocimiento público o la esperanza de influencia. El receptor no está en deuda con el dador; hay menos posibilidades de sentir vergüenza por echar una mano".

Una vez, encontré un billete de 20 dólares en el bordillo de la acera sin que hubiera nadie a la vista para reclamarlo. No mucho después, en la caja del supermercado, vi a una mujer con sus hijos y estaba corta de dinero. Honré la guía del Espíritu para ayudar a una extraña, mi vecina, y los 20 dólares fueron a ella para ahorrarle la vergüenza de devolver los artículos. 

Un verano, cuando en la rampa de salida de la carretera interestatal 290, el tráfico se dirigía a Harlem Ave. Había un hombre caminando de coche en coche por el carril de salida, pidiendo dinero. Mientras le miraba a un coche de distancia, buscaba monedas en mi monedero favorito. Su cuero marrón repujado estaba tan lleno que la cremallera no se cerraba. El semáforo se puso en verde y, mientras conducía cerca de él, apreté suavemente mi preciado monedero en sus manos curtidas. Miró dentro con impaciencia. Mi regalo para él era tanto el monedero como las monedas, porque le daba un lugar donde guardarlas. Aquel día hice honor al impulso del Espíritu de dar y recordé las palabras del rabino. Di gracias a Dios por el recuerdo.

Al reflexionar sobre las palabras del rabino, ahora me doy cuenta de que, aunque no habló directamente del proverbio de hoy, dejó espacio, por así decirlo, para el mensaje del proverbio. Entre sus palabras, la invitación a "honrar al Señor con tus riquezas" está bien escondida. Porque es a Dios a quien alabarán tanto el que recibe como el que da, cuando no se conocen. En ambas circunstancias, nuestros graneros rebosan y nuestras tinajas se llenan hasta el borde, porque ésa es la promesa. En verdad, honramos al Señor cuando damos. 

Próximos pasos

Reflexiona sobre las veces que has regalado algo a una persona o ministerio que no conoces. ¿Cómo podrías honrar al Señor de esta manera esta semana?