El Señor, nuestro auxilio

Veronica Burlock, Pastora de Culto, Wheaton | 24 de enero de 2024

Amados, no os venguéis nunca, sino dejadlo a la ira de Dios, pues está escrito: "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor". Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque así amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.
Romanos 12:19-21


Es muy difícil poner la otra mejilla y es aún más difícil bendecir a los que me ofenden. Pero de esto habla Pablo en este pasaje. Dice que "del Señor es la venganza". Desmenucemos lo que esto significa y lo que no. 

Esto no significa negarlo y actuar como si no hubiera pasado nada. Tampoco significa ser inauténtico con alguien: quererlo a la cara pero odiarlo a puerta cerrada. Esto tampoco significa que tengas que mantener a las personas tóxicas en tu vida o en tus círculos cercanos. Está bien darse cuenta de que alguien no te conviene y poner límites saludables. 

Esto es lo que creo que Pablo está diciendo a la iglesia romana. No planees y trames como darle a alguien una probada de su propia medicina. Como pecadores no podemos ser justos cuando actuamos con ira. Sólo Dios puede. Así que por difícil que sea -y créeme, lo sé- cuando alguien te lastime, acude a Dios y pregúntale cuál es la mejor manera de manejar la situación. Se te permite sentir lo que sientes y afligirte. Cuando dejas tus heridas y conflictos en manos de Dios, puedes tomarte un tiempo para sanar. Entonces tendrás energía para realmente "alimentar a tu enemigo". 

Dios no quiere que andemos por ahí en negación o en relaciones terribles. Quiere ayudarnos con nuestros problemas como lo haría un Padre amoroso. Quiere que acudamos a él en busca de ayuda. Hebreos 13:6 dice: "Así que podemos decir con confianza: 'el Señor es mi ayudador; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?". Dios no quiere que pequemos y devolvamos mal por mal. Nos ama tanto que quiere conocer cada una de nuestras situaciones -grandes o pequeñas, buenas o malas- e intervenir y ayudarnos porque se preocupa por nosotros (1 Pedro 5:7).

Próximos pasos

Cuando albergamos sentimientos de resentimiento o algo peor hacia otras personas en realidad estamos permitiendo un bloqueo entre nosotros y el Espíritu Santo. Haz un inventario. ¿Hay alguna relación de la que necesites hablar con Dios? Si es así, hoy es el día para hablarle de ello.