El corazón con el que venimos

Anokina Shahbaz, escritora voluntaria, Huntley | 17 de enero de 2024

Cuando pedís, no recibís, porque pedís con motivos equivocados, para gastar lo que obtenéis en vuestros placeres.
Santiago 4:3

Él debe hacerse más grande; yo debo hacerme menos.
Juan 3:30


Woody Allen dijo: "Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes". No me imagino exactamente a Dios riéndose cuando acudimos a Él en oración y desahogamos nuestros corazones, pero sí le veo sonriendo comprensivamente ante nuestros escasos intentos de hacer bien las cosas en la vida. No puedo contar el número de veces que me he arrepentido del mismo pecado, pidiendo fuerzas para intentarlo de nuevo, esta vez sin la parte del pecado.

En lo que muchos de nosotros no pensamos a la hora de acudir a Dios en oración no es en lo que decimos cuando rezamos ni en lo que ocurre mientras rezamos. Es cómo nos presentamos a rezar en primer lugar: el corazón con el que nos presentamos ante Dios y nuestros motivos. Antes de arrodillarnos, cerrar los ojos o juntar las manos, debemos examinar el objetivo de nuestra oración. ¿Nos acercamos a Dios para pedirle algo que nos beneficie? ¿Pretendemos darle nuestra lista de necesidades con la esperanza de que Él las satisfaga todas?

Es fácil olvidar que Dios desea nuestro corazón por encima de todo, no nuestra cartera, buenas obras o más sacrificios. Cuando veo que mis oraciones no son contestadas, incluso después de años de pedir, tengo que parar y preguntarme: ¿cuándo fue la última vez que recé simplemente para conocer más a Dios? ¿Cuándo fue la última vez que dejé de lado mi agenda y busqué Su voluntad para mi vida? Porque cuando oramos como un medio para nuestros propios fines, no estamos buscando los planes de Dios para que nos prosperen y nos den esperanza y futuro (Jeremías 29:11). Estamos buscando "gastar lo que [obtenemos] en [nuestros] placeres".

Esto no quiere decir que nunca podamos pedir a Dios milagros, curaciones o ayuda en una situación concreta. Pero Santiago 4:3 nos recuerda que debemos tener en cuenta nuestros motivos cuando oramos. En un mundo diseñado para mantenernos centrados en nosotros mismos y en nuestros retos y problemas, volver deliberadamente nuestra atención a Dios y buscar su voluntad no es tarea fácil. Cuanto más lo hagamos, menos nos encontraremos en ciclos interminables de pecados recurrentes. Y eso parece algo que sin duda haría sonreír a Dios.

Próximos pasos

  • Dedica un tiempo esta semana a reflexionar sobre tus motivos para orar y considera si dan prioridad a tu agenda o a la voluntad de Dios.
  • Practica dedicar pequeños momentos a lo largo del día a sintonizar con el Espíritu Santo sin esperar nada a cambio.