Ojos pegados a Dios

Anokina Shahbaz, escritora voluntaria, Huntley | 29 de enero de 2024

No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.
Gálatas 6:9

Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que recibirán del Señor una herencia como recompensa. Es a Cristo el Señor a quien sirven.
Colosenses 3:23-24


Miré el reloj. La clase estaba a solo la mitad, pero quería irme. Me dolían todos los músculos del cuerpo, tenía el corazón acelerado y las mancuernas de dos kilos y medio me hacían sentir como si pesara 23. Ya había tomado esta clase en el gimnasio, así que no sé por qué me parecía imposible esta vez. Aparté la vista del reloj y la volví a fijar en el instructor, resistiendo el impulso de guardar el equipo e irme. Aunque quería rendirme, me quedé y, a regañadientes, seguí adelante.

¿Cuándo fue la última vez que sentiste ganas de renunciar a algo importante para ti? ¿Qué te mantiene firme? El versículo de hoy nos recuerda que cosecharemos a su debido tiempo si no nos damos por vencidos. Nos anima a no cansarnos de hacer el bien, a no agotarnos.

Qué fácil es hacer precisamente eso cuando gran parte del bien que intentamos hacer se enfrenta a tanta resistencia. Hacer ejercicio para ganar músculo o perder peso implica someter nuestro cuerpo a un estado de fatiga física, utilizando la resistencia para obtener resultados. Criar hijos implica enfrentar su resistencia a las reglas y límites parentales. Difundir la palabra de Dios se topa con la resistencia de las personas a una historia que quizá desconozcan, o peor aún, que sí conocen, pero con la que han tenido experiencias dolorosas.

Así que nos cansamos, y con razón. Incluso podemos darnos por vencidos. Hubo muchísimas ocasiones en las que José pudo haberse dado por vencido. Sin embargo, con cada desafío que enfrentó, «el Señor estaba con José y le daba éxito en todo lo que hacía» (Génesis 39:23). Mantuvo la mirada fija en Dios; servir a Dios y ser obediente era su único objetivo final. Y sí que cosechó: el faraón lo puso a cargo de toda la tierra de Egipto, y pudo ayudar a su familia durante una hambruna.

Querido amigo, si te sientes cansado, anímate. Dios ve el bien que haces, tu esfuerzo y tu intención, aunque nadie más lo vea. Puede que la cosecha parezca estar a siglos de distancia y que te duelan los músculos, pero no te rindas. Mantén la mirada fija en quien te llama por tu nombre. Abre tu corazón cansado a Dios y permite que te restaure.

Próximos pasos

Escribe en un diario o reflexiona sobre maneras en las que puedes "no cansarte de hacer el bien". ¿Cómo podrías aplicarlo en tu vida diaria? Luego, piensa en prácticas que puedas implementar cuando te canses , como orar, adorar, descansar o hablar con un amigo de confianza.