Dios no ha terminado
Jenna Brooke Carlson, escritora voluntaria, Huntley | 5 de septiembre de 2023

El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Juan 10:10
Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandearlos como si fueran trigo. Pero yo he rogado por ti, Simón, para que tu fe no desfallezca. Y cuando hayas regresado, fortalece a tus hermanos.
Lucas 22:31-32
Yacía en la cama del hospital mirando el globo con la carita sonriente que contrastaba con las paredes pintadas de beige. Una vía de antibióticos me recorría el brazo desnutrido, y una compresa de hielo sobre la aguja me causaba aún más dolor. Dolor en el brazo. Dolor en el estómago. Dolor en el alma. ¿Podría Dios usar esto para bien?
Estar hospitalizado después de un viaje misionero fue como una bofetada. Fui a servir a Dios y a su pueblo. ¿Por qué me enfermé tanto? Fue una enfermedad que me impedía retener nada y me hacía sudar de dolor.
Esa grave enfermedad resultó ser una bendición disfrazada, aunque en ese momento no lo sabía. Estaba tan enferma que los médicos me hicieron pruebas y pruebas para descubrir que llevaba años luchando contra la enfermedad de Crohn sin diagnosticar.
Después de que todo encajara y los médicos supieran el tratamiento adecuado, comencé a sanar. Poco a poco, recuperé las fuerzas y aprendí a vivir con la enfermedad. Mi tiempo en el hospital terminó, pero nunca volvería a ser quien era antes.
El camino por delante estaba lleno de citas médicas, planes de alimentación y medicamentos de por vida. Puede ser frustrante llevar este peso, pero sé que en medio de la carga viene un testimonio de lo que Dios ha hecho en mi vida.
Mientras yacía en esa cama de hospital, consumiéndome de dolor, estaba convencido de que moriría o viviría una vida miserable. Hay una canción de Elevation Worship que dice: «Si no estoy muerto, tú no has terminado». Yo no estoy muerto, y Dios no ha terminado.
Ahora tengo la oportunidad de compartir mi historia y también cómo Dios ha obrado en mi vida. Me sanó de aquella enfermedad, pero no estoy completamente sana físicamente, y no lo estaré hasta que esté en el cielo. Hasta entonces, puedo contarles a otros lo que Dios ha hecho por mí y lo que puede hacer por ellos.
Si no estás muerto, Dios no ha terminado.
Próximos pasos
- ¿Cómo has visto a Dios obrar en tus dificultades? Escribe sobre ello en tu diario.
- ¿Con quién puedes compartir tu historia de esperanza hoy?