Ejercicio con propósito
Jennifer Lim, escritora invitada, South Barrington | 31 de marzo de 2023

Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el fuerte de su valentía, ni el rico de sus riquezas. Pero el que se gloríe, gloríese de esto: de entender para conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero —declara el Señor—.
Jeremías 9:23-24
Hace varios meses, de alguna manera, me convencieron para apuntarme a una carrera de 8 km. Durante el último mes, más o menos, he estado entrenando corriendo cada pocos días, aumentando poco a poco la distancia y la velocidad. Hacía tiempo que no entrenaba con regularidad, pero me sentía bastante bien conmigo mismo. Por fin podía hacer algo de actividad física y no sentirme cansado ni agotado demasiado pronto.
Así que cuando mi esposo, que antes trabajaba como instructor de baile de salón, pensó que sería divertido que fuéramos a un evento de baile, pensé: "¿Por qué no? La mayoría de esta gente es mucho mayor que yo. No debería tener problemas. Creo que puedo seguirles el ritmo".
¿Sabías que se usan músculos diferentes para correr que para bailar? Porque los músculos que usé para correr se sintieron inútiles esa noche. No solo fue difícil seguir el ritmo durante el evento, con personas décadas mayores que yo continuando durante más tiempo y con más habilidad que yo, sino que también estuve adolorida durante DÍAS después. ¡Y en zonas que ni siquiera sabía que había usado!
El propósito marca la diferencia en nuestra forma de entrenar, y eso aplica tanto a nuestro cuerpo físico como a nuestra vida espiritual. Si me hubiera propuesto bailar durante más tiempo y con más destreza, mi rutina de entrenamiento habría sido muy diferente.
Jesús lo sabía bien; “Por el gozo puesto delante de él, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-3). Jesús conocía su propósito; su vida y ministerio fueron ejercicios diarios para hacer lo que a Dios le importaba. Su vida es un recordatorio de que lo que a Dios le importa son las personas, su obra más preciada. Cuando alineamos nuestras vidas en torno a nuestros propósitos, al cumplir nuestras propias agendas, ejercitamos los músculos espirituales que podrían parecer agradables para otros, pero terminan desperdiciando espacio. Al final de nuestras vidas, no importarán mucho. En cambio, estamos llamados a ejercer “bondad, justicia y rectitud en la tierra”, y en estas, Dios se deleita .
Próximos pasos
- Tómate un momento para reflexionar sobre una experiencia que te haya deleitado o sobre un momento en que alguien expresó su satisfacción contigo. Imagina que Dios siente lo mismo por ti y reflexiona sobre ello un rato.
- ¿Cuáles son algunas formas diarias, semanales, mensuales o anuales de “ejercitar” los músculos de la bondad, la justicia y la rectitud en la comunidad y las personas que te rodean?