En medio del sufrimiento

Sherri Shackel-Dorren, escritora voluntaria, Wheaton | 22 de marzo de 2023


Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Mateo 5:4

Porque Dios ha demostrado su amor al darnos su mayor tesoro: el don de su Hijo. Y como Dios lo ofreció voluntariamente como sacrificio por todos nosotros, ciertamente no nos negará nada más que tenga para darnos.

Romanos 8:32 (TPT)

Recuerdo cuando mi madre se estaba muriendo. Desde su cirugía cardíaca de emergencia hasta que se fue con el Señor cuatro meses después, me absorbió su cuidado. No fue un camino recto. Entró y salió de urgencias, rehabilitación y centros de ventilación, hasta que dejó de hacerlo; fue un viaje tumultuoso diferente. Durante esos meses, y durante muchos de los siguientes, las cosas que me habrían molestado, preocupado o irritado en el pasado, dejaron de hacerlo. No me importaba qué me ponía para ir al hospital ni si necesitaba un corte de pelo. No me importaba la falta de sueño. No me importaba todo lo que me perdía por pasar todos los días y gran parte de las noches en un centro médico. Ni siquiera me importaba que no me pagaran por los meses que estuve con ella.
 
Suena extraño decirlo, dadas todas las complejidades que enfrentaba, pero había una sencillez en la vida que quería conservar. Buenos amigos y familiares me ayudaron. Varios incluso vinieron de todo el país para quedarse conmigo. Su bondad me llegó al alma. También lo hicieron sus llamadas telefónicas cariñosas y sus cartas llenas de oración. Estas personas hicieron tangible el amor de Dios para mí, y necesitaba saber más allá de todo conocimiento (Efesios 3:19) que no solo Dios, sino el amor de Dios, estaba conmigo. Creo que por eso Pablo, al escribir sobre todo tipo de sufrimiento, dice: «No hay poder… que jamás se pueda encontrar en el universo que pueda alejarnos del apasionado amor de Dios, que nos ha sido prodigado por medio de nuestro Señor Jesucristo…» (Romanos 8:39 TPT). El amor de Dios es la fuerza más poderosa del universo. Cuando las circunstancias escapan a nuestro control y nos rompen el corazón, necesitamos saber que somos amados. Y aunque los caminos de Dios no sean los nuestros (Isaías 55:8), hay una fortaleza y un consuelo que Él quiere impartirnos a nosotros, sus amados hijos.

Próximos pasos

  • Pasa tiempo hablando con Dios acerca de Romanos 8:18-39 y pídele que penetre tu alma con el consuelo de Su amor. 
  • Acércate a un amigo que esté sufriendo. Hazle saber que te importa escuchándolo, haciendo actos de servicio o invitándolo a reunirse.