Nunca va a dar
Samantha Eyster | 16 de mayo de 2022

Cada vez que llegaba el día del sacrificio, Elcana daba porciones de la carne a su esposa Penina y a todos sus hijos e hijas. Pero a Ana le daba una porción doble porque la amaba, y el Señor le había cerrado la matriz. Como el Señor le había cerrado la matriz a Ana, su rival seguía provocándola para irritarla. Esto continuaba año tras año. Cada vez que Ana subía a la casa del Señor, su rival la provocaba hasta que lloraba y no quería comer.
1 Samuel 1:4–7 (audio)
Si se casa con otra mujer, no debe privar a la primera de su alimento, vestido y derechos conyugales. Si no le proporciona estas tres cosas, quedará libre, sin pago alguno.
Éxodo 21:10–11 (audio)
¡Hannah! ¡Qué vida tan extraordinaria y ordinaria!
En la época de Ana, no tener hijos significaba un futuro bastante sombrío. Sin un hijo varón que continuara el legado de su padre —incluyendo el cuidado de sus madres a medida que envejecían—, la ley bíblica y las regulaciones estatales consideraban a las mujeres y a los niños como propiedad.
Ana se casó con Elcana, quien la amaba, pero ella se enfrentó a la infertilidad. La segunda esposa de Elcana, Penina, tuvo varios hijos y un futuro seguro, pero Ana no.
¿Por qué Dios cerró el vientre de Ana? Una posible explicación se encuentra en el libro del Éxodo: Dios pudo haber cerrado el vientre de Ana como respuesta a que su esposo quebrantara la ley de equidad entre sus esposas. Sin embargo, creo que Jesús nos ofrece otra perspectiva.
Leemos en Juan 9:2-3:
Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»
«No es que pecó éste ni sus padres», dijo Jesús, «sino que esto sucedió para que las obras de Dios se manifestaran en él».
Ana tuvo más tarde un hijo, Samuel, quien ungiría al primer rey de Israel, Saúl, y a un joven pastor llamado David, un hombre de cuyo linaje provendría el Mesías, el Salvador Jesús. La satisfacción de las necesidades de Dios se convirtió en parte de una historia más amplia que glorificaba a Dios.
Al igual que Ana, quizás te enfrentes a una situación desalentadora o difícil, algo que escapa a tu control. Claro, podría ser resultado del pecado. Pero podría ser, como dijo Jesús en Juan, algo que Dios permite para exhibir su gloria. Como dice Pablo en Romanos 8:28: «Y sabemos que en todas las cosas Dios obra para el bien de quienes lo aman, quienes han sido llamados conforme a su propósito».
Podemos ver los pequeños hilos del cuidadoso tejido del Señor. La historia cotidiana de Ana, como la nuestra, es parte de un tapiz mucho más grande. Podemos tener la esperanza intrépida de que nuestro pequeño hilo de vida sea en realidad parte de algo mucho más grande.
Próximos pasos
- ¿En qué situación sientes que tienes una esperanza infundada? ¿Por qué?
- ¿Quién en tu vida necesita saber de la esperanza que tienes en Cristo? ¿Qué puedes hacer ahora mismo para compartir esa esperanza con los demás?