No tiene precio

Willow Creek | 5 de octubre de 2021


Este pasado fin de semanaEl pastor Dave concluyó Contra todo pronóstico con un mensaje sobre Gedeón llamado "Victoria improbable". En su mensaje, Dave enseñó cómo Dios se acercó a Gedeón y le dijo que le ayudaría a conseguir una increíble victoria para los israelitas, el pueblo elegido por Dios. En una respuesta sorprendida, Gedeón dijo: "¿Cómo puedo salvar a Israel? Mi clan es el más débil de Manasés y yo soy el más pequeño de mi familia" (Jueces 6:15b), y la respuesta de Dios fue simplemente: "Estaré contigo" (Jueces 6:16b). A través de sus propios ojos, Gedeón no vio su valor ni su potencial, pero Dios sí.

 

Todos somos como Gedeón a veces. Basamos lo que podemos hacer en lo que creemos que somos: "Sólo puedo llegar hasta cierto punto debido a la historia de mi familia y al lugar donde crecí" o "He cometido tantos errores en mi pasado, que sería imposible que volviera a tener éxito". Pero somos más que nuestra historia, nombre o estatus. Para Dios, nada de eso importa. 

 

En nuestra sociedad, el valor de un objeto proviene de lo que alguien pagará por él; su valor sube en función de su rareza, estado y popularidad en el mercado. ¿Pero qué dice la Biblia? En Juan 3:16dice: "Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito...". Si creciste en la iglesia, es posible que hayas hecho un ejercicio en la escuela dominical en el que el profesor decía: "Escribe tu nombre aquí: Porque tanto amó Dios a _________ que dio a su Hijo único...". ¡Qué gran ejercicio para todos nosotros hoy en día! Escribe tu nombre aquí y recuérdate el valor que Dios ya te ha dado.

 

Desde la perspectiva del mundo, la mayoría de nosotros vemos las cosas como Gedeón: venimos de la familia equivocada, y no somos los más fuertes, ni los más inteligentes, ni los más ricos, pero abracemos la verdad de que nuestro valor no debe venir de este mundo, sino de Dios. No somos como el mercado de la vivienda: nuestro valor no fluctúa. Incluso si viviéramos en una furgoneta junto al río, nuestro valor no podría ser mayor que si viviéramos en una mansión en los Hamptons. ¿Y por qué? Porque Dios nos amó tanto que envió a su Hijo Jesús a morir por nuestros pecados para que pudiéramos tener una relación eterna con Él.

 

No importa si vives en un apartamento o en una mansión, si ganas siete cifras o cinco, si eres médico o empleado, o si conduces un Bentley o viajas en autobús, tu valor y tu valía nunca cambiarán. Para Dios, no tienes precio.