El camino sinuoso

Willow Creek | 5 de mayo de 2021




Desde pequeña, lo que más deseaba era ser madre.

 

Avancemos hasta que tengo veintinueve años y espero a mi primer hijo, un niño. Fue maravilloso; me sentí muy feliz. Sin embargo, cuando cumplió dos años, me di cuenta de que necesitaba una comunidad de adultos que me ayudara. Busqué un grupo de MOPS (Madres de Preescolares) y fue una gran bendición; reunirme con otras madres que habían llegado antes que yo, aprendí mucho. Tal vez lo que más aprendí, sin embargo, es que la maternidad no es un cuadrado; es un camino sinuoso, un camino en el que he estado rezando, confiando, esperando, discerniendo, fallando, perdonando y rindiéndome en el camino.


Como ejemplo, hace doce años, pensé que estaría haciendo el ministerio con mi marido. Creía que Dios nos había llamado a mi esposo y a mí a hacer ministerio como equipo, pero Dios tenía otros planes para mí. Aunque queríamos hacer el ministerio juntos, era difícil con las finanzas. Tomamos la decisión de que mi esposo siguiera el ministerio y yo volviera a trabajar como trabajadora social en una escuela. Fue un tiempo difícil y no entendía el plan de Dios: ¿por qué tenía que ir a trabajar y estar separada de lo que sentía que Él me había llamado a hacer?


Pero ser madre es un camino que serpentea, y navegamos por esos caminos rindiéndonos a Dios. Su plan es siempre seguro, aunque en ese momento no lo creamos.

 

Hace un par de años, uno de mis tres hijos comenzó a tener grandes dificultades en la escuela. Fue un momento duro lleno de dolor, ansiedad y miedo, sin embargo, Dios me había preparado para ello: si no hubiera vuelto a trabajar como trabajadora social escolar, no habría estado preparada para manejar la situación que tenía delante.

 

Aunque hubo una lucha con nuestro hijo, Dios permaneció fiel y me recordó su propósito y su plan: Él nos había concedido a nuestros hijos y tenía el control; nunca nos dejaría ni abandonaría; el que empezó una buena obra en nosotros la terminaría. Fue en el camino sinuoso donde Dios me preparó para los desafíos que se avecinaban.