Supérate a ti mismo

Mark Pulsifer, escritor voluntario, South Barrington | 9 de abril de 2025

Entonces Jesús le dijo a su anfitrión: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; si lo haces, puede que te vuelvan a invitar y así serás recompensado. Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás bendecido. Aunque ellos no puedan recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos».
Lucas 14:12-14


Lejos de mi familia (intencionadamente), amigos y entorno familiar, mis veintipocos años en Oregón fueron a la vez la aventura de mi vida y tres años de mucha soledad. Aunque Jesús fue mi compañero fiel y constante, carecía dolorosamente del sustento y el equilibrio de una comunidad sana, la amistad y un propósito.

También he tenido otros períodos de soledad en mi vida, y quizás los vuelva a tener en el futuro. No lo sé. Lo que sí sé es que en cada período de soledad, una vez que dejo de esperar una vida mejor o a encontrar a la gente con la que quiero ser amigo y, en cambio, conecto con quienes me rodean, aceptándolos como son, la soledad se disipa. Mejor aún, a lo largo de los años de caminar con Jesús, he aprendido a prestar atención a quienes necesitan un amigo o, al menos, alguien que los escuche y los reconozca. 

Existimos para relacionarnos con Dios y con los demás. He aprendido que, al aceptar esto, me siento menos solo. A veces, me siento fuera de lugar en situaciones sociales incómodas o con personas que se creen superiores de alguna manera, pero nunca solo porque he aprendido a aceptar a las personas como son e incluso a disfrutarlas. En el proceso, me corresponden, aceptándome y apreciándome.

La manera más rápida de cambiar el mundo es cambiarte a ti mismo. La mejor manera de cambiarte a ti mismo es arraigarte profundamente en tu relación con Jesús, nuestro Cristo, Rey del Universo. Arraigarte profundamente en el corazón de Jesús te da una capacidad cada vez mayor para amar a Dios, y de ahí, se desarrolla un amor cada vez más auténtico por los demás y por ti mismo. Al practicar el amor, la soledad se desvanece y la vida se vuelve más verdadera y sólida. 

Próximos pasos

Pídele a Dios que vea a los demás como Él los ve. Esto cambiará tu forma de interactuar con los demás y lo que piensas de ellos. Luego, pregúntale a Dios si hay alguien por quien puedas orar, y Él te lo indicará. Hacerlo es emocionante y transformador.

Ahora pídele a Dios que te ayude a aprender a apreciarte y amarte como Él te aprecia y ama. Jesús es sumamente bondadoso y tierno al responder esta oración. Puede ser aterrador, pero conduce a una vida más plena y libre. ¡Vale la pena!