A medida que construimos relaciones, conocemos historias y servimos a otros, obtenemos la oportunidad de compartir con ellos la esperanza que tenemos en Jesús.
No queremos ir a la iglesia; queremos ser la iglesia donde vivimos, trabajamos y nos divertimos. Como seguidores de Cristo, esforcémonos por vivir en misión, buscando maneras de bendecir a quienes nos rodean. Creamos firmemente que podemos cambiar el mundo amando a nuestro prójimo y sigamos desafiándonos preguntándonos: "¿A quién sirvo, con quién comparto una comida y con quién comparto a Jesús?". Seamos una iglesia que sea una BENDICIÓN para nuestras comunidades.