Como cristianos, se nos dice que seamos luz, no que la ocultemos. Al ser la luz de Jesús al servicio de los demás, demostramos lo que puede suceder cuando una iglesia trabaja unida para dejar un legado perdurable en todo el mundo.
Jesús nos llama a ser luz para el resto del mundo, así que seamos una iglesia en constante crecimiento, movimiento y generosidad. Ofrezcamos nuestras manos de ayuda a nuestros vecinos, cercanos y lejanos, y compartamos con ellos el amor de Jesús. Se nos dice que seamos una ciudad en una colina inescondible: es hora de dejar que nuestra luz brille al servir, compartir y dar, siendo las manos.