Todos tenemos la capacidad de cambiar el mundo desde donde estamos; debemos estar dispuestos a aprender, valorar a los demás y colaborar para lograr un cambio centrado en el evangelio.
Jesús nos llama a ser luz para el resto del mundo, así que seamos una iglesia en constante crecimiento, movimiento y generosidad. Ofrezcamos nuestras manos de ayuda a nuestros vecinos, cercanos y lejanos, y compartamos con ellos el amor de Jesús. Se nos dice que seamos una ciudad en una colina inescondible: es hora de dejar que nuestra luz brille al servir, compartir y dar, siendo las manos.