Nuestro Dios es un Padre amoroso y misericordioso. No hay ofensa demasiado grande que Jesús no pueda cubrir. En su rica misericordia, siempre nos rescatará y nos librará del acusador que busca castigo.
La misericordia no depende de nuestra bondad o falta de ella. La Biblia dice que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).