Ojos abiertos

Ed Miskovic, escritor voluntario, Huntley | 6 de agosto de 2025

 Entonces yo (Saulo) pregunté: “¿Quién eres, Señor?”. “Soy Jesús, a quien persigues”, respondió el Señor.  “Levántate y ponte de pie. Me he aparecido ante ti para nombrarte siervo y testigo de lo que has visto y verás de mí.  Te rescataré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a ellos para que les abras los ojos y los conviertas de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y parte entre los santificados por la fe en mí”.
Hechos 26:15-18


Saulo era muy conocido entre los líderes judíos por su persecución de los seguidores de Cristo. Ahora llamado Pablo, e infame entre los líderes espirituales por su defensa de Jesús, habló ante reyes para defenderse de los rumores y las falsas acusaciones de traición a Roma. Reiteradamente, compartió su historia de conversión, que necesariamente incluía la Buena Nueva de la salvación por la fe en Jesús.  

Relató su historia (Hechos 8:1-3) de violencia, crueldad y persecución implacable contra los cristianos. Habló de su conversión en el camino a Damasco, donde Jesús resucitado le declaró un nuevo propósito en la vida. Entonces Jesús lo dejó ciego, a tientas al borde del camino (Hechos 9:1-7). Con el tiempo, recuperó la vista y despertó de su ceguera espiritual. Ahora podía ver el efecto de su pecado en su relación con Dios. En su historia estaba el mensaje del Evangelio (Hechos 26:18). Sin embargo, su conversión no lo salvó de la violencia. Este hombre amante de Jesús continuó viviendo en un mundo violento, pero ya no lo animaba. Él fue el más afectado, sufriendo en su búsqueda por abrir los ojos de los ciegos espirituales. Con ese fin, compartió su historia de conversión con todo el mundo conocido en ese momento.

Quizás pienses que tu propia historia de conversión carece de dramatismo. Es útil recordar que el Espíritu Santo llega a las personas de diferentes maneras en distintas etapas de la vida: algunos son jóvenes, otros adultos jóvenes, algunos de mediana edad, e incluso hay quienes están en sus últimas horas. 

Quizás eras un niño cuando te dedicaste por completo a Cristo, y quizá piensas que, por no haber vivido una vida tan radicalmente consumida por el pecado como la de Pablo, tu historia no vale la pena contarla. Créeme, es porque no es realmente tu historia, sino la del Espíritu Santo.

Considera tu vida espiritual y los muchos pecados a los que no has estado expuesto, tentado ni consumido gracias a la influencia del Espíritu Santo en ti desde tan joven. Luego, intenta imaginar tu vida sin Jesús. ¿Crees que estarías en el mismo estado espiritual? Yo diría que no. Y esa es una poderosa historia de conversión. 

Próximos pasos

Considere preguntarles a los cristianos que conoce: "¿Cómo conociste a Cristo?". Escuche cómo el Espíritu Santo actuó en sus vidas.

Si tienes el libro "Raíces de Sauce", consulta la semana ocho. Contiene una guía útil para contar tu historia espiritual.