Aprenda de los adolescentes
Verónica Burlock, Pastora de Adoración, Wheaton | 14 de mayo de 2024

Hermanos y hermanas, no se calumnien unos a otros. Cualquiera que hable mal de un hermano o de una hermana o los juzgue, habla mal de la ley y la juzga. Cuando juzgas la ley, no la cumples, sino que la juzgas. Hay un solo Legislador y Juez, el que puede salvar y destruir. Pero ¿quién eres tú para juzgar a tu prójimo?
Santiago 4:11-12
¡Me encantan las adolescentes! Paso mucho tiempo con ellas. He sido mentora de muchas chicas a lo largo de los años y creo firmemente que son la mejor edad por muchas razones: son auténticas y no temen decir la verdad sobre sí mismas; detectan una fachada a kilómetros de distancia; y aprecian tanto la autenticidad que se sienten atraídas por ella. Siento que Dios me ha dado cierta sabiduría y perspicacia para comprenderlas.
Al pasar tiempo con ellos a lo largo de los años, he aprendido muchísimo de ellos. Lo único que puedo decir de la mayoría de los adolescentes es que son lentos para juzgar, especialmente los que aman al Señor y se esfuerzan de verdad por vivir para Él. La mayoría aprende con mayor rapidez y trata de comprender una situación antes de juzgar. Hay un par de cosas que podemos aprender de las generaciones más jóvenes.
En este pasaje, Santiago se dirige a un grupo de creyentes; no a quienes no conocen a Dios ni lo siguen, sino a creyentes que conocen su palabra y se esfuerzan por vivir conforme a ella. ¿Por qué es importante? Porque quienes no conocen al Señor no sabrían lo que Dios dice sobre cómo vivir. Como seguidores de Jesucristo, estamos llamados a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:28-31). Por lo tanto, si juzgas a un hermano en la fe, estás juzgando la ley que nos manda amar al prójimo. Como creyentes, practicamos la misericordia y la gracia al esforzarnos por vivir conforme a la verdad de Dios.
La vida nos ofrece oportunidades para aprender y crecer. Cuando vemos o escuchamos algo que no entendemos o con lo que no estamos de acuerdo, es una oportunidad para practicar la gracia y la verdad y educarnos sobre la situación, en lugar de juzgar y difundir rumores.
Como líder de grupos pequeños, he participado en muchos círculos y he aprendido de las conversaciones entre adolescentes. Hacen preguntas para aclarar, no para obtener argumentos refutables. Escuchan para comprender y obtener una perspectiva diferente. Pueden aceptar discrepar con amor. Es asombroso. Siempre termino esas conversaciones haciéndome ciertas preguntas: ¿Estoy escuchando solo para responder o para comprender? ¿Estoy abierto a aprender algo nuevo? ¿Estoy abierto a una perspectiva diferente? ¿Estoy mostrando gracia?
Solo hay un Legislador y Juez capaz de salvar y destruir (Stg. 4:12). Cuando juzgo, asumo el rol de Dios. Nunca sabemos qué convicciones personales tiene o no tiene una persona. No veo ni escucho ciertos programas de televisión ni música por mis convicciones personales. Pero no juzgo a quienes los escuchan o ven. Que el Espíritu Santo me haya convencido de esas cosas no significa que las tenga para todos los demás. Él es el Legislador. Si me dice que no haga algo y le da permiso a otro para hacerlo, ¿quién soy yo para juzgar a esa persona? Seamos receptivos a aprender de las generaciones más jóvenes. Aprendamos a ser más como adolescentes.
Próximos pasos
Recuerda alguna ocasión en la que hayas juzgado a alguien, quizás por su apariencia, sus opiniones políticas o incluso por su forma de vivir su fe. Pasa unos momentos de tranquilidad con Dios para arrepentirte y pedirle perdón al Juez Verdadero. Luego, pídele ayuda para cambiar tu comportamiento. ¡Dale gracias porque no tenemos que hacer nada con nuestras propias fuerzas!