¿Hay luz en la oscuridad?

Willow Creek | 8 de marzo de 2024



La oscuridad física es inquietante. No es intrínsecamente peligrosa, pero las posibilidades de lo que existe en lo invisible y lo confuso suelen ser inquietantes y nos mantienen alerta. La oscuridad presenta demasiadas posibilidades dañinas. 

 

Pero donde la oscuridad física puede ser desconcertante, la oscuridad mental, emocional y espiritual es densa y opresiva: la oscuridad que es un vacío de alegría y esperanza; la oscuridad que existe a la luz del día y priva a las personas de la luz en sus ojos. Esa oscuridad nos atormenta con la idea de que tal vez nunca más veamos el amanecer en nuestra alma.


¿Hay luz en esa clase de oscuridad?

 

Dios creó la luz en la oscuridad

 

En Génesis capítulo 1, la oscuridad era lo único que existía. No había materia prima que usar; literalmente no había nada más que Dios mismo, y su primer llamado al orden fue infundir luz. La magnitud de la luz infundida en la oscuridad aún se siente en el cosmos. El efecto Doppler nos dice que, a partir de este momento, el universo continúa expandiéndose incluso mientras lees estas palabras. 

Dios creó la luz. Luego creó el mar, cuyas profundidades superan la altura del Everest. Los científicos llaman a las capas más profundas del océano la "zona de medianoche" porque la luz solar no puede alcanzarlas, dejando las grandes profundidades en una oscuridad total. La presión del agua a esa profundidad es tan fuerte que ningún vehículo artificial puede soportarla sin deformarse como una lata de aluminio.

 

Y, sin embargo, los científicos han descubierto que en las profundidades más oscuras y presurizadas del océano, todo un ecosistema de vida marina sobrevive e incluso prospera en la densa oscuridad. Pequeños peces, compuestos de cartílago y hueso, son capaces de soportar la presión bajo la que colapsa el acero gracias a sistemas internos que presurizan sus cuerpos para igualar la presión del exterior. 

 

Es más, los científicos han descubierto que el 76% de la vida marina a esa profundidad es bioluminiscente, lo que significa que sus cuerpos físicos producen su propia luz a través de una serie de reacciones químicas; la vida se proyecta hacia las profundidades más oscuras de la tierra. 

 

Cualquier estudiante de arte te dirá que los artistas tienen su sello personal; tienen estilos e historias que se reflejan en su obra, huellas que se reflejan en su artesanía. Romanos 1:20 nos dice que Dios es un artista y que su creación refleja verdades eternas. 

 

En las profundidades del mar, existe la luz, producida por simples peces cuyos frágiles cuerpos soportan una presión inimaginable. La creación de Dios nos señala silenciosamente una verdad esencial: en la noche oscura de nuestra alma, brilla la luz de Jesús.

El que llamó a la luz para que brillara de las tinieblas “es el que resplandeció en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2 Corintios 4:6). 

 

Y así como una llama no produce sombra, no hay sombra de desesperanza en su luz. Cualquier pensamiento, cualquier emoción, cualquier oscuridad desprovista de esperanza, es sospechosa ante la promesa del Rey que declara sin complejos: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12). 

 

Por medio de Él nunca tendremos que caminar en tinieblas, y el poder de Su Espíritu presionará nuestro espíritu desde adentro para resistir las presiones que amenazan con aplastarnos desde afuera. 

 

Hoy, busca los lugares donde la luz existe, donde la esperanza brilla, desafiando cualquier circunstancia que enfrentes. La esperanza es el himno, la luz es la promesa. 

  

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