Pero así como sobresalen en todo —en fe, en palabra, en conocimiento, en toda
solicitud y en nuestro amor por ustedes—, procuren
también sobresalir en este acto de gracia. No digo esto como un mandato, sino para demostrar, mediante la solicitud de otros,
que su amor también es genuino. Porque ya conocen la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que siendo rico, por amor a ustedes se hizo pobre, para que
ustedes con su pobreza se enriquecieran.
2 Corintios 8:7-9 (RVR1960)

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¿Alguna vez te preguntas qué tan bien trato a los demás? Si alguien le hiciera esta pregunta a un compañero de trabajo, ¿qué crees que diría? ¿Usaría palabras como bondadoso, agradable y cortés? ¿Diría que eres comprensivo o un poco crítico? ¿Diría que se siente valorado por ti? 

Como seguidores de Cristo, estamos llamados a envolver nuestras palabras en amor para que quienes nos dirigimos reciban la gracia de Dios. Sé que es fácil dejarse llevar por las cosas de la vida, pero últimamente, Dios me ha estado retando a tomarme un respiro y observar a las personas que me rodean. Así que les haré las mismas preguntas que me he hecho últimamente. ¿Cuándo fue la última vez que notaron que alguien necesitaba ayuda y se detuvieron a ayudarlo? ¿Con qué frecuencia se esfuerzan por ayudar a los demás? 

Estamos llamados a buscar la justicia, a corregir al opresor, a defender los derechos del huérfano y a defender la causa de la viuda (Isaías 1:17). Debemos ayudar a quienes no pueden valerse por sí mismos. Después de todo, eso es lo que nuestro Padre celestial hizo por nosotros. Cuando éramos pecadores y no podíamos hacer nada por Dios, Dios en Cristo se hizo pecado por nosotros para que fuéramos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21). 

Ésa es la meta, llegar a ser más como Cristo, llegar a ser más como nuestro Padre.

Próximos pasos 

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