Ya no somos extraños
Kathryn Tack, escritora invitada, South Barrington | 20 de abril de 2023

Así que ya no son extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien coordinado, crece hasta convertirse en un templo santo en el Señor.
Efesios 2:19-21
Mientras visitaba a unos amigos en Kentucky, asistí a su estudio bíblico después del servicio religioso. Nunca lo olvidaré.
Se sirvió pastel de arándanos casero con helado, y mientras todos devorábamos la deliciosa sorpresa, nos presentaron a los nuevos miembros. Una joven me llamó la atención. Se presentó y dijo: «Gracias por invitarme. Soy una desconocida en esta iglesia y no formo parte de este grupo, pero he escuchado sus testimonios de Jesús. Vine esta noche porque quiero conocer a Jesús como todos ustedes». Todos sonrieron, y el pastor procedió a presentarlos de nuevo. Todos siguieron comiendo.
Se me paró el corazón. "Espera. ¿Oíste lo que dijo?", murmuré para mí. Ya no quería ser una extraña. Quería ser miembro de la familia de Dios. Como visitante del grupo, no quería interrumpir, pero el corazón me latía con fuerza. Sentí que el Espíritu Santo me impulsaba a hablar. Salté de la silla y dije: "Esta mujer vino esta noche para conocer a Jesús. ¿Podemos negarle ese don?". Sin darme cuenta, la gente lloraba mientras el pastor oraba por ella para que aceptara a Cristo como su Salvador personal. Ya no era una extraña, sino una conciudadana nuestra en Cristo.
Casi todos nos hemos sentido como forasteros, desconocidos, en algún momento. Desde pequeños, los niños deciden quién es popular y quién no, quién es miembro y quién es forastero. Pero en la familia de Dios, no hay miembros ni forasteros. Cuando nos acercamos y admitimos que somos extraños, alejados de Dios por nuestro pecado, Él nos adopta en su familia eterna como hijos suyos y nos acerca.
Próximos pasos
- El impacto que tenemos en la vida de los demás al mostrarles el amor de Cristo comienza con tres simples palabras: “ Te veo”. ¿Puedes pensar en una ocasión en que alguien te mostró el amor de Cristo para que ya no te sintieras como un extraño?
- Recuerda una ocasión en que alguien te haya demostrado semejanza a Cristo y hayas decidido que lo querías para ti. Acércate a esa persona esta semana y agradécele por darte un ejemplo de semejanza a Cristo para que ya no seas un extranjero, sino un ciudadano del reino de Dios.