Nuestra visión de Dios

Lindsey Zarob | 3 de octubre de 2022


Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.

Juan 3:16-17

Me gusta correr; mientras corro, escucho podcasts y audiolibros. Hace poco escuché un podcast donde el presentador entrevistó a un pastor que hizo este comentario, y me detuve inmediatamente para anotarlo en mi teléfono. Dijo: «Nada determina nuestra relación con Dios tanto como nuestra visión de Dios».

Durante el resto del día, no pude quitarme esta afirmación de la cabeza. Si veía a Dios como alguien enojado, castigador o como un Padre estricto pero ausente, entonces me inclinaba más a acercarme a él como tal. Lo más probable es que me mantuviera alejado, mantuviera la distancia o incluso me escondiera.

Si veo a Dios como amoroso, bondadoso, misericordioso y completamente sacrificado, me inclino a buscarlo y tratar de acercarme a él lo más que pueda en este lado del Cielo. Y cuanto más me acerco a él, más profundamente comprendo lo que ha hecho por mí y anhela hacer por tantos otros: la salvación.

Jesús no vino a condenar al mundo, sino a sufrir una muerte terrible para salvarlo. Hizo el sacrificio máximo por mí, por ti y por innumerables personas. Para vivir como Jesús y actuar con justicia, amar la misericordia y ser humildes, primero debemos considerar la cruz. Porque si buscamos comprender lo que sucedió ese día hace casi 2000 años, no podemos evitar reconocer hasta qué punto el Dios del universo está dispuesto a llegar por quienes ama. Es asombroso, ¿verdad?

En nuestra visión de Dios, no podemos olvidar el amor inagotable, implacable y eterno que lo llevó voluntariamente a la cruz por cada uno de nosotros. Cuando mantenemos esa perspectiva correcta, podemos acercarnos a él con una gratitud indescriptible y a los demás con un amor radicalmente generoso que ve más allá de las opiniones, los problemas y la retórica que nos divide.

Próximos pasos

  • Dedica un tiempo a reflexionar en silencio sobre tu visión de Dios. ¿En qué aspectos crees que tu visión se alinea con su carácter y en qué aspectos podría estar distorsionada? Para bien o para mal, las personas y las experiencias de nuestra vida pueden moldear nuestra visión de Dios. Reúnete con un amigo o mentor de confianza y habla sobre lo que descubras en tu tiempo de reflexión.
  • A medida que avanzamos en esta serie, sé honesto contigo mismo y ten compasión de ti mismo también. Todos somos un trabajo en progreso, y seguir a Jesús con humildad y gracia es un camino que dura toda la vida.