Toc, toc. ¿Quién anda ahí?
Jenna Brooke Carlson, escritora voluntaria, Huntley | 20 de mayo de 2025

Después de que David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se unió en espíritu a David y lo amó como a sí mismo. Desde ese día, Saúl mantuvo a David con él y no lo dejó regresar a casa con su familia. Jonatán hizo un pacto con David porque lo amaba como a sí mismo.
1 Samuel 18:1-3
«¿Y ustedes qué?», preguntó. «¿Quién dicen que soy yo?». Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Mateo 16:15-16
Pedro lo tomó aparte y comenzó a reprenderlo. «¡Jamás, Señor!», dijo. «¡Eso jamás te sucederá!». Jesús se volvió y le dijo a Pedro: «¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; no piensas en los intereses de Dios, sino en los de los hombres».
Mateo 16:22-23
De pequeña, mi hermana y yo compartíamos la misma pared del dormitorio. Cuando me sentía sola, me metía en el armario y tocaba. Esperaba, y entonces oía su respuesta: pequeños golpes que imitaban los míos. Ella estaba allí. Me escuchaba.
Nuestra relación no siempre fue buena. Aquellos años de adolescencia fueron duros. Peleábamos por todo, desde el baño hasta conducir el coche. Nos aislábamos en nuestras habitaciones, lejos de la pared que compartíamos, sin compartir nuestras cargas ni consolarnos.
Entonces ocurrió algo milagroso. Cuando estábamos en la universidad, viviendo a 2099 kilómetros de distancia, nuestra relación mejoró. Quizás fue la calma de las hormonas adolescentes o que por fin teníamos tanto espacio, suficiente para saber lo que nos perdíamos. Ella se convirtió en la persona a la que recurrí una vez más. En lugar de un golpe en la pared, fue una llamada o un viaje a su universidad.
Me alegra decir que hoy mi hermana es mi mejor amiga, pero mantener nuestra relación, o cualquier relación, no siempre es fácil. Familiares y amigos ven las cosas de forma diferente, discrepan en temas y no siempre comprenden las decisiones de los demás. Pero nos necesitamos.
La vida es dura. No estamos destinados a vivirla solos. Durante su tiempo en esta tierra, Jesús no lo hizo. Recorrió la vida con sus discípulos, doce hombres de diferentes orígenes y opiniones que se unieron con un objetivo común.
Sin embargo, estos hombres no siempre fueron fieles. Tomemos como ejemplo a Simón Pedro. En Mateo 16:16, llama a Jesús Mesías e Hijo del Dios viviente. Seis versículos después, reprende a Jesús tras anunciar a los discípulos que lo matarían. Jesús le dice a Pedro lo que nadie quiere oír de su amigo: «Quítate de delante de mí, Satanás».
Es justo decir que la relación entre Jesús y sus discípulos no siempre fue fácil, pero sí necesaria. Todos necesitamos personas con quienes compartir la vida, pero para que eso suceda, debemos aceptar a las personas como son, con todas sus virtudes y defectos.
Pero vale la pena. Cuando la vida es difícil y nos sentimos solos y tristes, necesitamos a alguien a quien recurrir, y ellos nos necesitan a nosotros. Cuando llamamos a esa pared, necesitamos que alguien nos responda. Necesitamos saber que nunca estamos solos.
Próximos pasos
¿A quién puedes contactar y contarle cómo está hoy? Hazle saber que no está solo.