El Espíritu Santo da empujoncitos

Mary Olsen, escritora voluntaria, South Barrington | 20 de marzo de 2025

Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
Efesios 3:20


Imagínate en una playa. En serio, cierra los ojos un segundo y visualízalo en tu mente. Siéntelo. Escúchalo. 

¿Viste la clásica y extensa playa de arena blanca y escuchaste las gaviotas? ¿Quizás experimentaste la escarpada Costa Este, viendo acantilados y sintiendo un frío intenso a través de la chaqueta? ¿Quizás estuviste de pie sobre guijarros en Islandia, viendo el sol brillar sobre los icebergs? Guié tus pensamientos cuando sugerí una playa, pero tus experiencias previas se mezclaron con las mías para crear una instantánea personal. El Espíritu Santo me da empujoncitos y me susurra de la misma manera. Mis pensamientos se entrelazan con las intenciones del Espíritu Santo mientras recurro al discernimiento para descifrar su dirección.

El Espíritu Santo desempeña muchos papeles en la vida de un creyente, incluyendo maestro y guía. Cuanto más consciente soy de la intención del Espíritu Santo de comunicarse conmigo, más reconozco su voz. Si me viene el pensamiento de acercarme a alguien con bondad o de ser extra generoso con una causa, he aprendido con los años que lo más probable es que sea el Espíritu Santo. Él puede dejarme decidir: enviar un mensaje de texto o llamar, o usar cheque o tarjeta de crédito, pero el pensamiento es un empujoncito suyo.

Dios puede hacer más de lo que jamás imaginamos a través de nosotros cuando prestamos atención a los suaves impulsos del Espíritu Santo. El mismo poder (el Espíritu Santo) que resucitó a Jesús de entre los muertos obra en nosotros.

Pero ¿cómo sabemos que lo escuchamos? Yo practico consultándolo. Le pido guía en cosas sencillas. Por ejemplo, empiezo a preparar la maleta para un viaje con una semana de antelación y le pregunto al Espíritu Santo si necesito algo que no he considerado. Me doy tiempo para escuchar su respuesta. Antes de salir de casa, me detengo y me pregunto si se me olvida algo. Si me recuerda algo, le doy las gracias.

A veces, es algo más trascendental: «Espíritu Santo, sabes que estoy perdiendo el control por sus comentarios. Ayúdame a ver esto con la perspectiva correcta. Ahora mismo, me digo a mí misma que no vuelva a hablar. Eso no puede ser correcto. ¿Se equivoca? ¿Hay alguna verdad que pueda aprender sobre mí?». Entonces espero. La letra de una canción, unas palabras de un amigo, un pasaje bíblico o un devocional diario pueden guiarme hacia la recuperación del equilibrio.

A menudo, los empujoncitos del Espíritu Santo no son dramáticos ni transformadores. Son un llamado a una simple conexión. Ese llamado puede impactar a personas en nuestras esferas de influencia o impulsarnos a unirnos a una causa mayor, porque el grupo unido puede lograr más que una persona sola.

Próximos pasos

El Espíritu Santo te da un empujoncito, no te exige. Invita al Espíritu Santo a tu vida. Hazle una pregunta directa y luego vive consciente de tus pensamientos. A veces, nos dice que nos movamos o que hablemos. Otras veces, nos instruye a permanecer en silencio y quietud.