La esperanza de la reconciliación

Mark Pulsifer, Escritor Voluntario, South Barrington | 14 de marzo de 2025

Todo esto viene de Dios, que nos reconcilió consigo mismo por Cristo y nos encomendó el ministerio de la reconciliación: que Dios reconciliaba consigo al mundo en Cristo, sin tener en cuenta los pecados de los hombres. Y nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios hiciera su llamamiento por medio de nosotros. Os imploramos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
2 Corintios 5:18-20


Hace años, al entrar en la biblioteca de Barrington, vi a un hombre sentado cerca de la puerta pidiendo dinero. Parecía un vagabundo. Al salir, seguía allí, así que me detuve a charlar con él un momento y le di un par de dólares para el autobús o el taxi. Ese día le di el beneficio de la duda -aunque era escéptico- y recé por él en mi corazón durante toda la interacción y después.

Unos meses más tarde, estaba de nuevo sentado cerca de la entrada de la biblioteca, pidiendo dinero. Si he de ser sincero, verlo me provocó una mezcla de emociones. Me irritaba que estuviera otra vez tan lejos de la ciudad de Chicago (de donde decía que era), mendigando dinero, esperando que la gente se lo diera, en lugar de trabajar para conseguirlo como yo. También me preocupé por él, un afroamericano sin hogar que parecía lamentablemente fuera de lugar en Barrington, un suburbio predominantemente blanco y acomodado. No quería volver a darle dinero, así que me ofrecí a llevarle en coche hasta donde quisiera ir en Chicago. Me pareció más humano que darle unos cuantos dólares. Acabé pasando cuatro o cinco horas con él. Le compré una hamburguesa con patatas fritas y hablamos de su vida y de sus elecciones mientras yo le contaba mis luchas y cómo Jesús me había salvado y me estaba curando. Para mí, ese era el objetivo de ayudarle: compartir directa y genuinamente con él lo mejor que sabía, que Jesús puede salvar a cualquiera si quiere ser salvado y que nunca es demasiado tarde.

No tengo ni idea de qué fue de aquel hombre alejado de su hija, de su familia y de su Creador. Lo único que puedo afirmar con certeza es que lo dejé en un refugio seguro en algún lugar de Chicago. Sigo rezando por él cada vez que pienso en él. Rezo para que el Espíritu Santo le hablara durante el tiempo que pasamos juntos, inspirándole a entregarse al amante de su alma: Jesús. Para mí, fue un serio recordatorio de que debo estar disponible cuando surja la oportunidad de compartir el amor de Dios. Y que elegir la vida permaneciendo leal a Jesús -confiar en Él dondequiera que me lleve- vale cualquier precio. 

Próximos pasos

Servimos a un Dios vivo que nos ama y quiere que todas las personas se reconcilien con Él. Considera pedir a Dios una oportunidad para ayudar a otra persona y, si es apropiado, comparte una semilla de esperanza mencionando a Jesús como tu motivación. Es estimulante cuando sucede darse cuenta de que el Creador del Universo escuchó y respondió a tu oración.