La mejor pregunta
Mary Olsen, escritora voluntaria, South Barrington | 13 de marzo de 2025

Ana rezaba en su corazón, y sus labios se movían pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba borracha y le dijo: "¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Deja el vino". "No es así, mi señor", respondió Ana, "soy una mujer profundamente turbada. No he bebido vino ni cerveza, sino que he derramado mi alma ante el Señor. Señor. No tomes a tu sierva por una mujer malvada; he estado orando aquí por mi gran angustia y dolor."
1 Samuel 1:13-16
Hace años, cuando la televisión tenía un puñado de canales y flotaba mágicamente por el aire hasta una antena en tu tejado, había una comedia de situación llamada Three's Company. Casi todos los episodios giraban en torno a un malentendido o un error de comunicación. Por ejemplo, un personaje escuchaba parte de una conversación y sacaba una conclusión errónea. Normalmente, una pregunta aclaratoria habría aclarado la confusión, pero todo el programa giraba en torno a no hacer eso y las consecuencias que se derivaban. Como estudiante de secundaria, me resultaba bastante molesto y decidí que no viviría mi vida así.
Hace un par de años, los dos hermanos de mi nuera y su madre estaban en la ciudad por un pariente moribundo y se alojaron conmigo. En un momento dado, me dijo que su hermana se alojaba en un hotel. No recuerdo lo que le dije, pero noté un cambio de expresión en su cara. Le dije algo así como: "Has cambiado de expresión. Lo que quise decir es que aquí también tengo sitio para tu hermana. Los niños pueden dormir en el sofá. ¿Qué has oído?"
Una gran sonrisa apareció en su rostro: "He oído decir: "¿Por qué no te has quedado con tu hermana?"". Le aseguré que me gustaba compartir mi casa con ella y nos reímos de la fácil duplicidad.
Las suposiciones, la reacción exagerada, la reacción insuficiente, la lectura entre líneas, la falta de franqueza y el simple hecho de no tratar de entender a la otra persona ocurren con mucha frecuencia en las relaciones humanas, tanto a pequeña como a gran escala. Incluso Elí, un hombre de Dios, empezó con la pregunta equivocada. En lugar de eso, podría haber tendido la mano con compasión, preguntando: "¿Qué te preocupa?". "¿Cómo puedo ayudarte? "¿Qué te trae hoy al templo?" Su historia saldría a la luz, pero qué bonito sería que Ana no se pusiera a la defensiva, sino que sintiera amor y seguridad.
Cuando hacemos suposiciones sobre las personas -familiares, amigos y desconocidos- estamos adivinando su forma de pensar y sus emociones y empezamos a escribir sus historias. Nos enfadamos cuando alguien asume intenciones equivocadas sobre nosotros, así que ¿por qué íbamos a hacer lo mismo con otra persona? Cuando tratamos de comprender, podemos tender la mano y ser útiles porque vemos las necesidades de la persona con más claridad. Identificarnos con alguien también nos motiva a ser útiles. Es mejor hacer una pregunta directa y aclarar el malentendido antes de que se convierta en un episodio de 30 minutos que puede parecer gracioso en una comedia de situación, pero no tanto cuando se vive en primera persona.
Próximos pasos
Reza sobre cualquier discordia en curso y pide al Espíritu Santo la mejor pregunta para aclarar el malentendido. De cara al futuro, intenta mantener la mente abierta. Cuando te sientas amenazado o recibas una reacción inesperada, respira hondo y pide una aclaración.