Promesas cumplidas
Ed Miskovic, escritor voluntario, Huntley | 6 de diciembre de 2023

Señor Soberano, como lo prometiste, ahora despides a tu siervo en paz. Porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para revelación a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Lucas 2:29-32
¿Qué sintió María, una adolescente, cuando un anciano llamado Simeón se le acercó en el templo de Jerusalén? Quizás abrazó al niño Jesús y se colocó un poco detrás de su esposo, José. Por otro lado, tal vez se acercó a Simeón por la alegría que mostró al ver a su bebé.
Dios le había prometido a Simeón que, antes de morir, vería al Mesías. Ese día, el Espíritu Santo le indicó que fuera al templo. Imaginen su ilusión al llegar el momento. ¡Cómo debió sonreír al ver a la sagrada familia! La calidez de sus brazos abiertos debió cautivar a María, así que quizás lo invitó a sostener al niño Jesús en sus brazos.
Simeón comenzó a alabar a Dios (Lucas 2:25-28). Las palabras y emociones de Simeón debieron confirmar algo en el corazón de María: que el ángel Gabriel realmente le había dicho la verdad y que había tomado la decisión correcta de aceptar la voluntad de Dios, aun siendo virgen, de tener un hijo.
Sus palabras (la escritura de hoy) se conocen como el Cántico de Simeón, usado en las oraciones vespertinas de muchas denominaciones durante siglos. A veces se musicalizan en cantos y composiciones clásicas, recordándonos que debemos creer en el cumplimiento de la promesa de Dios.
La fe inquebrantable de Simeón en la promesa de nuestro Señor le brindó un sentido de plenitud y alegría. Sus antepasados, como Abraham y Sara, esperaron años en su vejez el nacimiento de su hijo prometido, Isaac (Génesis 12:7). Hay muchos ejemplos de personas con una fe inquebrantable que esperaron durante mucho tiempo las promesas de Dios.
Imagina tener la fe de Simeón, esperando la segunda venida de Cristo cuando gobierne la nueva tierra. Cuando el deseo de tu corazón se cumpla, te llenarás de gozo y alabanza. Valdrá la pena esperar hasta que se cumpla la promesa final del Señor (1 Tesalonicenses 4:13-18).
Próximos pasos
Al leer la Biblia, busca las promesas de Dios. Escribe en un diario aquellas con las que te sientas identificado. Busca oportunidades diarias para compartirlas. Sin duda, te ayudarán a sobrellevar el día.