Entonces se reunieron a su alrededor y le preguntaron: «Señor, ¿en este momento vas a restaurar el reino a Israel?». Él les respondió: «No les corresponde a ustedes saber los tiempos ni las fechas que el Padre ha fijado con su propia autoridad.  Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra». Dicho esto, fue llevado ante sus ojos, y una nube lo ocultó de su vista.
Hechos 1:6-9

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Hace unas semanas trabajé en nuestra fiesta anual de mochilas. Los niños vinieron con sus padres y sonrisas; todos estaban muy agradecidos. 

Estoy emocionada porque yo también vuelvo a la escuela. Para mí, no hay nada mejor que estar con mis amigas y estudiar la palabra de Dios. Me pone un poco nerviosa la tarea porque a veces me apresuro, leo por encima y no analizo cuando tengo mucho que leer. Me da vergüenza admitirlo, pero a veces me salto las Escrituras y solo busco las respuestas a las preguntas del autor. 

Lo sé mejor porque he pasado la mayor parte de mi vida enseñando a los estudiantes a pensar mientras leen.

Lucas comienza esta historia de aventuras reales con un suceso increíble en el pasaje de hoy. Cuando leo las Escrituras, a veces uso una técnica llamada "imaginación". Así que hoy estoy releyendo e imaginando lo que piensan los personajes. 

Quizás hayan notado que uno de los hombres aún quiere saber cuándo Dios rescatará a Israel de Roma. Jesús repite lo que ya dijo: «Nadie sabe el día ni la hora de su regreso». 

Supongo que tal vez algunos de los apóstoles se sienten desanimados nuevamente. 

Pero luego Jesús les cuenta sobre este evento emocionante, el Espíritu Santo vendrá y le dará a cada seguidor “poder” para difundir la noticia de lo que Jesús hizo en la cruz por todos “hasta los confines de la Tierra”.

Los discípulos ni siquiera sabían hasta dónde llegaba el fin del mundo. Así que me pregunto si Jesús usó estas palabras para visualizar a los futuros cristianos: ¡a nosotros! Nos invita a esta aventura de difundir la buena nueva en este siglo y más allá.

Quédense en esta escena un momento más; me gusta imaginar un último abrazo grupal, aunque no está escrito en el texto. Los discípulos ven a su Salvador, su mejor amigo y Señor, flotar en el cielo hasta que ya no pueden verlo. 

Después de esto, me pregunto: ¿estaban los apóstoles rebosantes de alegría y propósito mientras caminaban juntos hacia Jerusalén, listos para conquistar el mundo por Jesús? Esta historia real continúa hoy. El Espíritu Santo vive en nosotros, dándonos fuerza y ​​valentía al compartir a Jesús con quienes encontramos en nuestro camino.

A veces lloro al final de un buen libro, porque quiero que siga y siga. Su historia sí, y nuestra eternidad comienza hoy. ¡Jesús lo prometió!

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