Dios grande y salvaje

Lindsey Jodts, Pastora de Vida de Grupo, South Barrington | 10 de mayo de 2023


Ahora bien, la fe es la confianza en lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. 

Hebreos 11:1

Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la multitud y tocó su manto, porque pensaba: «Con solo tocar su manto, seré sana».

Marcos 5:27-28

Y él dijo: De cierto os digo que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mateo 18:3

Los niños tienen sueños grandes y descabellados. Tienen ideas, entusiasmo, y no tienen ni idea de que, a veces, esos sueños son prácticamente imposibles. Con cada nuevo brote de creatividad, se lanzan a una tormenta de ideas, juego y emoción por todas las posibilidades que les esperan. 

En algún punto del camino, nuestros sueños se hacen más pequeños. En cierto modo, se debe a que se vuelven más realistas (es decir, quizá se podrían crear flores de fuego, pero probablemente no). En otros sentidos, se vuelven más alcanzables (a todo líder le encanta una meta SMART). Pero en muchos sentidos, se hacen más pequeños porque empezamos a dudar. Dudamos de lo posible. Dudamos de lo que Dios puede hacer. Dudamos de que las cosas grandes y salvajes sigan bajo el control de un Dios grande y salvaje que creó todo lo grande, salvaje y maravilloso del mundo.

En Marcos 5, conocemos a una mujer que ha pasado más de una década de su vida lidiando con lo que debió ser una realidad dolorosa y desgarradora: una condición desconocida que le provocó una hemorragia, probablemente dejándola frágil, cansada, dolorida y marginada. ¿Cómo era su vida antes de empezar a sangrar? ¿Cuáles eran sus esperanzas y sueños? ¿Dónde prosperó? ¿Qué ideas ambiciosas y descabelladas tenía sobre su historia antes de enfermarse? Desde luego, no esto. 

Aunque su esperanza de recuperar la salud era muy realista, considerando todo lo desconocido (todos los médicos, todo su dinero, doce años), era grande, descabellada y prácticamente imposible. La realidad a su alrededor le decía que no había nada que hacer. 

Pero su fe no se quedó corta. Creía que era posible. Que si se acercaba lo suficiente como para tocar el manto de aquel hombre al que llamaban Jesús, sanaría. ¿Y saben qué? Tenía razón.

¿Qué habría pasado si hubiera permitido que su fe se mantuviera pequeña? ¿Dejando que las circunstancias que la rodeaban decidieran cuán grande era su Dios?

Tal vez haya algo que podamos aprender de esos sueños grandes, salvajes e infantiles: que hay un Dios grande, salvaje y poderoso que tiene un plan grande y salvaje para cada uno de nosotros, si tan solo nos permitimos tener una fe grande y salvaje y nos acercamos lo suficiente para tocarlo. 

Próximos pasos 

¿En qué aspectos de tu vida estás minimizando a Dios? Dedica tiempo a la oración, expresando con sinceridad tu gran esperanza para esa área de tu vida. Luego, escucha atentamente y observa cómo responde Dios.