Cambia el mundo, pero no seas el salvador

Willow Creek | 24 de enero de 2022


Hay un sentimiento de orgullo que surge al tener un impacto positivo en nuestro mundo. Cuando ayudamos a un amigo a superar una pérdida, ofrecemos comida a alguien sin hogar o donamos dinero para ayudar a perforar un pozo o construir una casa, algo cobra vida en nuestro interior porque experimentamos la posibilidad de cambiar. Es poderoso.

Pero ¿qué pasa cuando ayudar a los demás se convierte en parte de tu identidad? O peor aún, ¿qué pasa cuando crees que el cambio en el mundo o en la vida de alguien depende únicamente de ti?

Como humanos, tenemos que manejar la tensión de saber que somos parte del cambio que Dios quiere hacer en el mundo, pero reconocer que no somos la única solución a los problemas de nuestro mundo.

En "Cuando ayudar duele", de Steve Corbett, se analiza el problema que surge cuando los cristianos creen que están llevando respuestas y a Jesús a quienes viven en la pobreza. Si bien su libro se centra principalmente en la labor misionera, los principios que presenta son relevantes para todos:

Mientras no aceptemos nuestras fragilidades mutuas, nuestro trabajo con personas de bajos recursos probablemente nos hará más daño que bien. A veces, sin querer, reduzco a las personas pobres a objetos que utilizo para satisfacer mi propia necesidad de lograr algo. Yo no estoy bien, y tú no estás bien. Pero Jesús puede arreglarnos a ambos.

Incluso al ayudar, podemos hacerlo por nosotros mismos. Entonces, ¿cómo puedes cambiar el mundo sin ser el salvador?

Primero, reconoce tu propia fragilidad y tu necesidad de Cristo. Ya sea que tengas alta autoestima y confianza, o que no puedas imaginar a Dios usando a alguien como tú, Dios quiere obrar una transformación en tu interior. Quiere liberarte de inseguridades, orgullo, expectativas y presión. Quiere llenarte para que puedas BENDECIR a otros sin falsas motivaciones ni intenciones. Si quieres cambiar el mundo, empieza por mirar hacia dentro y obtener una visión correcta de ti mismo y de Jesús.

En segundo lugar, abre los ojos para ver las necesidades de los demás. A menudo oscilamos entre dos extremos: ignoramos el dolor y la desolación de nuestro mundo, o nos sentimos completamente abrumados por él. Esté dispuesto a ver las necesidades que lo rodean y pídale a Dios que lo guíe sobre qué papel debe desempeñar. A veces, incluso los gestos más pequeños, como tomarse el tiempo para hablar con alguien que parece desanimado, pueden generar un cambio enorme.
Por último, responda. Deje de lado la presión de resolver todos los problemas en sus círculos sociales, vecindario o mundo y confíe en que, si responde fielmente, Dios obrará. Jesús alimentó a 5000 personas cuando un niño compartió su pequeño almuerzo de pescado y pan. Jesús elogió a una viuda por la postura de su corazón y su entrega cuando, por fe, dio dos pequeñas monedas en la ofrenda del templo. Cambiar el mundo no siempre significa grandes gestos o sacrificios. Con el tiempo, pequeños, fieles y genuinos actos de entrega y generosidad crearán un efecto dominó de transformación más allá de nuestra comprensión.